Una victoria puede ser una casualidad, dos es que eres muy bueno
Nada es casual en la vida y el ciclismo no es una excepción. No hay regalos que valgan y si suena la flauta, que ya es difícil, sólo se da una vez. Si lo haces dos, no es ni casualidad, ni azar, sino que eres muy bueno. Y poco hay más que añadir para definir la personalidad de la que sin duda es la gran revelación de esta Vuelta que este lunes al sol (aunque bajo la amenaza de lluvia en Oviedo) celebra la segunda jornada de descanso; es decir, que no hay carrera para guardar las emociones hasta el martes cuando llega la gran cita con la cumbre más histórica y legendaria de la prueba, los famosos Lagos de Covadonga.
A Pablo Castrillo, el personaje que ocupa este texto, lo conocí en febrero, en O Gran Camiño, la carrera gallega con el formato de cuatro etapas que sirve para que los ciclistas en invierno comiencen a calentar motores pensando en las alegrías y sinsabores que les prepara una temporada recién inaugurada.
A la estela de Vingegaard
Viene al caso hablar de sinsabores porque Jonas Vingegaard, en Galicia, fue el protagonista de la carrera al ganar las tres etapas en línea de la prueba y comenzar la exhibición y el duelo personal entre él y Tadej Pogacar, a ver quién de los dos llegaba al Tour con más victorias anotadas en el palmarés.
En febrero, Vingegaard no podía imaginar el grave accidente sufriría en abril, con varias costillas rotas, un neumotórax y una clavícula destrozada, lesiones que sirvieron para entregarle el Tour en bandeja a Pogacar, un Tour que hasta el último momento contempló la duda de la participación del astro danés.
Pues bien, a lo que iba, en febrero seguía los pasos de Castrillo junto a Juanjo Oroz, el mánager del conjunto Kern Pharma -patrocinado por una farmacéutica ubicada en Catalunya y que entre otros medicamentos distribuye los famosos y milagrosos ibuprofenos-. Andaba Castrillo fugado, buscando esta victoria que ya ha encontrado dos veces en la Vuelta, cuando desde atrás saltó Vingegaard. Fue el último y el único que respiró el mismo aire del danés, el que anduvo pegado a su rueda hasta que el cuerpo dijo basta porque en febrero todavía no estaba lo suficientemente listo y preparado para pelear por el triunfo de una etapa.
Aire fresco
Castrillo se ha convertido en un aire fresco para la Vuelta. Se desconoce si un día podrá pelear por algo más que las victorias de etapa porque ya ha demostrado que es un buen escalador, un rematador, un corredor que sabe leer las etapas, demarrar en el momento apropiado y mantener las distancias con los perseguidores para conseguir el éxito, lo que está al alcance de muy pocos. Ganar dos etapas en una misma Vuelta, hasta ahora, y en estos últimos años, era una hazaña que sólo estaba al alcance de corredores españoles de la talla de Alberto Contador y Alejandro Valverde, ambos ya retirados.
En febrero fue obligado anotar el nombre de Castrillo como principal reclamo de un Kern Pharma que se ha ganado a pulso la invitación para la Vuelta del año que viene gracias a las gestas del ciclista aragonés, del nuevo ídolo de Jaca y del heredero oscense de otro ciclista crecido en los Pirineos y que se llama Fernando Escartín.
Cambio de aires
Por desgracia sucede en el ciclismo lo que ocurre en otros deportes, haya en medio bicicletas o balones. El rico recoge los frutos del modesto, de un Kern Pharma que lo ha cuidado y donde ha crecido Castrillo para que pueda surcar el año que viene las carreteras españolas y europeas vestido con el uniforme del Ineos, que, a diferencia del conjunto catalán de alma navarra, sí puede darle la oportunidad de cumplir el sueño de correr el Tour en 2025.
Y, cuidado, porque un corredor que gana dos etapas de montaña de la Vuelta, la última superando los peores repechos de la carrera, es un claro candidato para conseguir victorias también en Francia. Y si no al tiempo.
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