Quiero hacer del folclore algo pícaro

Juanjo Bona se la ha jugado. En pleno imperio del urbano, él ha optado por el folclore aragonés. Le gusta lo lírico, lo bucólico. Su música no busca el efecto inmediato, sino reposado. Hay que escucharla con la calma que la canta. Un acto de amor impropio en la era del streaming. Sabía lo que esto significaba y, aún así, pese al miedo de debutante, ha hecho de la autenticidad su lanza. ‘Recardelino’ es su historia, la de un niño que empieza a volar, que no se conforma, que busca la belleza en el hogar. Cuando salió de Operación Triunfo, se lo prometió: jamás haría algo que no le representase. “Tenía ideas erróneas sobre lo que podía aportar a la industria. Tras varios intentos fallidos descubrí que mi destino era contar lo que me sale del corazón”, relata el artista. Este sábado, arranca la gira donde lo presentará por España. Lo tiene todo vendido, buena señal de que no se equivocó.
“Pensaba que Universal lo vería arriesgado, pero me animaron. Cuando se lo comenté, me dieron referencias que estaban apostando por el folclore. Fliparon con el proyecto”, recuerda. Hoy publica el álbum que lleva un año macerando. Si quería cantarle a la vida, primero tocaba vivirla. Y eso ha hecho: ha indagado en sus orígenes, rescatando todo aquello que le define como persona. Basta con escuchar ‘Virgen de Magallón’, ‘Golondrinas’ y ‘Moncayo’ para entender los principios sobre los que está cimentando su carrera.
El primer adelanto de Juanjo Bona fue ‘Mis tías’. / Javier Navarro
Bajo el prisma de Fresquito y mango, El buen hijo e Irenegarry, referentes del indie en España, ha mezclado la jota y el pop con tacto. Recuerda a la Amaia Romero de ‘Yamaguchi’, aunque sin necesidad de compararlos. La manera que tiene de analizar lo cotidiano es marca de la casa: “Hay tantas melodías del folclore en mi cabeza que, cuando me puse a componer, salieron solas. Ha sido una fuente a la que recurrir a menudo. Y, por ahora, no se ha agotado. Tengo mucha materia por sacar. He dudado de mi decisión, ¿eh? Hasta el punto de pensar que no lo escucharía nadie. Me planteaba a dónde iba a parar el disco y cuánto duraría. Lo que me consuela es que no tenía alternativa, debía hacer esto”.
‘Mis tías’ fue la primera canción que publicó, una oda a las mujeres que tan bien le cuidaron durante su etapa en el colegio mayor Mendel. Pese a los augurios, acumula nueve millones de reproducciones. Una cifra que le reafirma: “Aluciné con la respuesta. Pensaba que no empatizarían con mi infancia. Y me he dado cuenta de que, cuanto más personal es la letra, a más gente llega. Me encantaría conquistar públicos interesados en otros géneros”. Sobre las críticas, las mira desde la distancia. Siempre con los pies en la tierra.
Diseccionar las dudas
“Madrid me ha dado madurez. Descubrí la soledad en ella, sin nadie a quien acudir cuando estaba enfermo. He crecido aquí. Y, ahora, además, me ha permitido dedicarme a la música”, subraya Juanjo. A esta ciudad llegó desde Magallón, un pueblito de 1.000 habitantes de la Zaragoza rural donde hoy suele encontrar la calma. No olvida sus orígenes porque sabe que sin su raíz perdería el norte en cuestión de segundos: “En distintos momentos he tenido la necesidad de escapar. A veces, quería salir de allí para conocerme. Poco a poco, lo he logrado. Como cuando decidí dejar la ingeniería que estaba estudiando porque no me removía”. De aquellas inseguridades, dudas y aspiraciones reflexiona en ‘Recardelino’.

Juanjo Bona arranca la gira este sábado en Mallorca. / Javier Navarro
No ha sido fácil diseccionarlas. De hecho, no hubiera sido posible si Operación Triunfo no se le hubiera puesto por delante. “Antes no me veía capaz de escribir, pensaba que no tenía nada que ofrecer al mundo. El programa me ayudó a abrirme. Y, una vez superé el miedo, todo empezó a fluir. Cuando le enseñé los temas a Rodrigo Cuevas, me dijo que había gran nostalgia en ellos. Qué bonito, la verdad. Me gustaría que, a partir de ahora, me salieran cosas más descaradas, haciendo del folclore algo pícaro”.
Un año de OT
Durante su estancia en la Academia liderada por Noemí Galera y Manu Guix, Juanjo defendió clásicos de Lola Flores, The Beach Boys y Annie Lennox que subrayaron su versatilidad vocal. Por aquel entonces, no sabía el terremoto que estaba por desatar. “No me percaté hasta que saqué mi primera canción. Aquellos números no eran normales y no paraban de subir. Recuerdo ir por la calle y casi no poder caminar de la cantidad de gente que me paraba. Me sorprendió que no sólo había jóvenes, sino de todo”, sostiene. Un año después de la final que ganó Naiara, ¿qué consejo se daría a sí mismo? “Si bien no cambiaría nada, le diría que confiase más en él. Y que ese elemento diferenciador que buscaba no era otro que su forma de ser”.
Junto a Martin Urrutia, compañero de edición y batallas, con quién después editó ‘El destello’, se convirtió en un referente LGTBIQ+ de masas. No le pesó, a pesar de su fase vital: “Me costó expresarme con naturalidad porque ni siquiera yo era consciente de mi identidad sexual. De repente, me vi en un proceso que me cambió la vida. Es cierto que la presencia de cámaras afectaba, por instantes, a mi personalidad, pero lo disfruté. Ha sido un regalo, no me cansaré de decirlo. Volvería a repetir la experiencia mil veces más”.
Si Recardelino fuera un cuadro, ¿qué pintaría?
Desde el principio quise que mis portadas estuvieran inspiradas en cuadros tradicionales. Así que, junto a un historiador local, investigué artistas de Aragón. Me enamoran las personas mayores, son una inspiración para mí. Así que, para mí, lo que mejor refleja este disco es una abuela sentada en casa junto a un niño.