Hay un silencio cómplice que se sostiene por la cultura de la violación

«Era menor de edad y quedé con un chico mayor por Grindr (una app de citas para la comunidad gay). Acabamos en su casa teniendo relaciones y cuando estábamos en el acto me ofreció popper. Le dije que no. Insistió. Dije que no. Más adelante, sacó el bote y me lo puso en la nariz forzándome sin mi consentimiento. Luego procedió a forzarme y a penetrarme. Hasta hace muy poco no me di cuenta de que era una violación».
Este es uno de los testimonios anónimos que forman parte del movimiento #GayMenToo, impulsado por el activista Emilio López desde su cuenta de Instagram (_emirau). En ella pone sobre la mesa la normalización de las agresiones sexuales entre hombres que tienen sexo con hombres (HSH). Van desde tocamientos en discotecas hasta casos de sumisión química donde alguien despierta siendo penetrado.
Según datos de la encuesta estado LGTBI+ 2024 de la Federación Española de asociaciones, el 10% de las personas del colectivo han sido agredidas física o sexualmente en España desde el 2019. Entre las personas agredidas, más del 40% reconocieron haber sufrido una agresión sexual con intimidación.
P. ¿Cómo y cuándo surgió la idea de empezar esto?
Justo cuando ocurrió lo de Íñigo Errejón [las denuncias anónimas]. Llevaba tiempo pensando en esto. Es un problema dentro del colectivo, pero del que nadie habla. No me sentía capaz de abordarlo porque me daban miedo las consecuencias; que la gente negara las vivencias de las víctimas.
Pero con lo de Errejón y el discurso de #NotAllMen, que me cabrea bastante al ser una manera de invalidar los vivencias, puse en un post de Instagram que siempre son hombres, independientemente de si son gais, hetero o bisexuales. A partir de ahí, muchas personas gais y bisexuales me empezaron a relatar sus historias por privado, por si las quería compartir de forma anónima. Me di cuenta de que necesitábamos explicar esto. Creé el ‘hashtag’ #GayMenToo. Iban llegando más testimonios. Fue una cadena que no paraba. Tuve que parar en un momento dado porque hacer esto…
No es fácil.
Es leer sus testimonios y atender como toca. Yo no hago solo la captura del mensaje para colgarlo. Me gusta hablar un poco con la persona, preguntarle si necesita algún recurso o ayuda… Cuidar un poco a quien está detrás. No vas a salvarle la vida, pero qué mínimo que agradecerle la valentía y las fuerzas para poner palabras a lo que ha sufrido. Hay gente que lo hace por primera vez.
¿Cuántos testimonios has podido recoger hasta ahora?
De entrada me llegaron casi 50 en muy poco tiempo. Desde entonces he estado recopilando más, pero me estoy protegiendo. A veces les respondo que he recibido su testimonio, pero que todavía no lo puedo leer. Me afectan. Tienes que ponerte un límite.
No sé decir un número, pero sobre un centenar, que para la cifra de seguidores que tengo es bastante. También hay gente que me ha escrito diciendo: ‘Yo tengo una historia para contar pero todavía no estoy preparado’. Hay muchas más personas de las que creemos que han sufrido violencia sexual.
¿Se marca un horario para leerlos?
No. Más que nada me escucho.
¿Las agresiones sexuales dentro del colectivo son más frecuentes de lo que se conoce?
No estoy seguro de que sea exactamente eso. Dentro del colectivo de hombres que tienen relaciones sexuales con hombres se conoce, pero también hay un silencio cómplice que se sostiene con la cultura de la violación y que minimiza todas estas situaciones y justifica la violencia. Está el chico que contó que otro le dio un empujón, le puso contra la pared y le tocó sus partes; o el que mientras orinaba en el baño, alguien entró, se bajó los pantalones y le pidió una felación. Su entorno le respondió que no era para tanto, que se podían haber ido de allí.
No creo que se desconozca el hecho de que hay agresiones sexuales entre hombres. Simplemente no interesa destaparlo porque muchas personas saben que han sido partícipes de situaciones de violencia sexual
También está el que queda con alguien por Grindr y, al negarse a tener relaciones sexuales con él, le violan. A él le vienen a decir que ya sabía dónde se metía. Es algo que ocurre también con las mujeres. Son situaciones que hacen que el sistema lo mantenga todo callado. Por eso no creo que haya un desconocimiento. Simplemente, no interesa destaparlo porque muchas personas saben que han sido partícipes de situaciones así, de violencia sexual, y les cuesta reconocerlo. Hay mucha culpa y vergüenza. Es más fácil mirar para otro lado que reconocer que has formado parte de algo así.
Algún testimonio cuenta que había minimizado las propias agresiones sexuales que había recibido.
Existe un problema también para la identificación de estas violencias. Yo mismo he compartido un testimonio de manera anónima. No había sido consciente de que había sufrido un abuso sexual hasta diez años después. Las hemos normalizado. Sabemos que hay algo que está mal ahí, que te violenta, pero no lo identificas por la manera en que se nos ha educado.
Partimos de que los hombres del colectivo gay y bisexual hemos tenido que salir de un armario. Además, venimos de una época en la que no hemos tenido educación sexual. A mí en el instituto lo máximo que me enseñaron fue a poner un condón a un plátano. Y siempre que se hablaba del tema era dirigido hacia hombres que mantenían relaciones sexuales con mujeres. Un adolescente gay o bisexual que quiere saber cómo funciona el sexo entre los hombres, ¿dónde va a ir a buscar esta información?
A la pornografía.
A la pornografía. Si vas a las listas de ítems más buscados, siempre aparece el sugardaddy, un hombre mayor corpulento y peludo, que está con lo que se conoce como un twink, un niño de unos 18 años, imberbe, que parece menor de edad. Tiene que complacer al otro, con unos roles activo-pasivo muy marcados, y caras de dolor mientras mantiene sexo, como si eso fuera placer.
La pornografía no refleja la realidad del sexo anal. Si un hombre mayor y corpulento te dice que su pene debe entrar sin preparación ni lubricación, aunque te desgarre y te haga daño, puedes asumir que esa es la manera normal de tener sexo. Si has dicho ‘para’ y la otra persona sigue, lo mismo no eres consciente de que has sufrido un abuso sexual. Nadie te ha dicho que el consentimiento es reversible; que en una relación sexual puedes decir que no; que el sexo tiene que estar basado en el placer mutuo, no en el dolor ni en la complacencia del otro; o que las relaciones sexuales no tienen por qué caer en el binarismo pasivo-agresivo, sino que el sexo va más allá de la penetración. Todo eso hace que sea muy difícil para las víctimas identificar que han sufrido violencia sexual.
A eso le añadimos los mitos y prejuicios que hay sobre cómo se construye la masculinidad, como que un hombre siempre tiene que estar dispuesto a tener sexo, o que no pasa nada por que te toquen el culo en una discoteca, o que te enseñen sin consentimiento el pene en el baño. Cuando esto pasa de manera constante y normalizada, y además todo el mundo lo aprueba, es muy difícil identificarlo como violencia sexual y, por tanto, denunciarlo.
¿Este tipo de agresiones sexuales ocurre más en el círculo íntimo o fuera de él?
No conozco las cifras, pero me sorprendió mucho que bastantes testimonios hablaran de personas conocidas. Alguno cuenta, por ejemplo, que tras una fiesta, se habían ido a casa de un amigo. Horas después, se despertaban en el sofá siendo penetrados por este, o por el amigo del amigo.
La pornografía no refleja la realidad del sexo anal. Si un hombre mayor y corpulento te dice que su pene debe entrar sin preparación ni lubricación, aunque te desgarre y te haga daño, puedes asumir que esa es la manera normal de tener sexo
También muchas [violencias] son a raíz de citas, o de gente que han conocido de fiesta. Otras son dentro de la propia pareja. No he tenido ningún caso que apunte a un familiar, lo que no quiere decir que no ocurra.
¿Qué viene después de una agresión sexual?
La disociación. Es la única manera de sobrevivir que han tenido muchas víctimas tras pasar por una experiencia traumática. Es un mecanismo del cerebro para tirar hacia adelante. Pero, ¿qué pasa después? Que el cuerpo sí que se acuerda. Tengo casos de víctimas que me han explicado que ahora viven con ataques de pánico o de ansiedad. También termina por afectar en las relaciones sexuales y afectivas, porque muchas veces los vínculos se rigen a través del miedo. Pueden venir los flashback de aquella agresión mientras estás manteniendo una relación sexual en un entorno seguro y tener que parar. Quedan las dificultades para relacionarse, aislamiento, depresión… También la revictimización en las denuncias ante la policía o en juzgados.
Ha habido víctimas que han llegado a pensar que se lo merecían. A los hombres gais y bisexuales siempre se nos ha puesto la etiqueta de promiscuos. No hay nada condenable en ello, pero si la sociedad ve como algo negativo el tener sexo con muchas personas, en el momento en que abusan sexualmente de ti te puedes sentir mal por ser un promiscuo, un guarro, un maricón. Siempre se nos ha relacionado con el vicio.
Habla de la revictimización. En las últimas semanas se ha puesto en valor la falta de formación y sensibilización de los profesionales en el ámbito jurídico por varios procesos mediáticos sobre violencia sexual. Entre hombres que tienen sexo con otros hombres, ¿es aún peor?
Depende tanto de la persona con la que te encuentres… Por muchas formaciones que les puedan dar, si una persona considera que todo lo LGTBI+ es ideología de género, cuando atienda a una persona del colectivo no va a entender la realidad en la que nos manejamos.
Por eso creo que las violencias que sufren hombres bisexuales y gais son una rama diferente en esta cultura de la violación que afecta también a las mujeres. Tienen puntos en común pero también sus especificidades. Entre un hombre y una mujer la relación de poder es mucho más evidente por una cuestión de género. Pero en este caso hay otros componentes, como el físico, la edad, el estado psicológico, el nivel socioeconómico, el hecho de ser una persona racializada o no…
¿Cómo cree que puede ayudar a hombres que han pasado por esta situación el movimiento que ha iniciado, el leer testimonios de otras personas o el tener un sitio donde acudir para desahogarse de forma anónima?
He reflexionado mucho sobre si publicar testimonios de manera así pública contribuye a una sanación. Y no. La sanación pasa por acudir a un terapeuta profesional para poder curar las heridas. Esto puede ayudar a que otras personas que lo están viviendo puedan identificar un abuso sexual y ponerlo en palabras, como primer paso para la sanación o las acciones que quieran tomar. También sirve para desmantelar todo este sistema y que las personas que ejercen estas agresiones se lo piensen dos veces antes al ver las denuncias.