CANTANTE ATROPELLADA BORRACHO | Adriana murió atropellada por un conductor borracho y drogado que se dio a la fuga y está en libertad: «No fue un accidente, mi hija fue asesinada»
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La mañana que J. decidió conducir su BMW, borracho y drogado, para volver a casa tras una noche de juerga, Adriana Mojica nunca llegó a su segundo día de clase en la facultad de Derecho. A las seis y media de la mañana del pasado 5 de septiembre, la joven de 19 años, que vivía en Torrelodones (Madrid) con su madre y su hermana mayor, caminaba por la A-6 hacia la parada del autobús que la tenía que llevar a la universidad CEU San Pablo, cuando un joven de su misma edad se salió de la carretera en el kilómetro 31.900 y la embistió de frente, provocándole lesiones mortales.
La mañana que J. decidió huir del lugar en el que acababa de atropellar a Adriana, sin socorrerla ni llamar a los servicios de Emergencias, Alicia perdió para siempre a su hija, Anita y Max perdieron a su hermana pequeña, Ana Alicia perdió a su nieta. «Aquella mañana J. pudo elegir no conducir borracho y drogado, también pudo auxiliar a Adriana. Sin embargo, ella no tuvo ninguna opción. Aquello no fue un accidente, mi hija fue asesinada«, denuncia la madre de la joven cinco meses después de su muerte.
Haciendo eses
Alicia Trabanino tiene grabado el momento en que se paró su vida y la de su familia: «Aquel día empezó feliz. Adriana acababa de saber que era una de las elegidas para ser candidata a los Grammy Latinos, estaba muy ilusionada, pero también muy centrada y motivada con sus clases de Derecho, acababa de empezar el curso. Mientras yo la escuchaba desayunar y arreglarse, recuerdo que pensé que aquel era un momento feliz».
La chica se despidió de su madre con una sonrisa: «Ya me voy, mamá». «Mi hija mayor, Ana, iba a marcharse con ella, como cada mañana, pero justo ese día le habían anulado la primera clase y salió de casa unos minutos después. Fue una de las primeras personas en llegar al lugar del siniestro. Ni siquiera la ambulancia había llegado aún, y cuando lo hizo tuvieron que medicarla para sacarla de una fuerte crisis de ansiedad», explica Alicia.
Así quedó el coche tras el atropello que causó la muerte de Adriana. / SUCESOS
Cuando la Guardia Civil llegó hasta el cuerpo de Adriana, no encontró a nadie allí que pudiera explicar qué había ocurrido. Para entonces, el responsable había huido. Las cámaras de tráfico revelaron luego que, tras matar a la joven, el hombre condujo su BMW blanco haciendo eses por la A-6 durante casi siete kilómetros, con parte de la carcasa del coche descolgada y arrastrando por la carretera la llanta de la rueda delantera, hasta una urbanización cercana, donde vive con su padre.
En el trayecto «realizó maniobras temerarias, como tomar varias rotondas en el sentido contrario de la marcha». Al llegar, aparcó el vehículo cerca de su casa y se acostó. El conductor iba en tan mal estado que los investigadores lograron llegar hasta él siguiendo las huellas y señales de arrastre que había ido dejando en la carretera desde el lugar del suceso hasta su casa.
Mientras una patrulla de agentes pedía al padre del chico que lo sacara de la cama para practicarle un test de alcoholemia y otro de drogas, otra pareja de guardias civiles llamaba al timbre de la casa de Alicia y la despertaba para comunicarle la muerte de su hija.
«Habla pastosa, no sabe qué día es»
J. dio positivo en alcohol (0,21 miligramos por litro a las 8:32 horas, casi dos horas después del atropello, y y 0,23 miligramos por litro en la segunda prueba practicada a las 8:44 horas). También en THC (cannabis). Los agentes que se entrevistaron con él y lo detuvieron relataron en su atestado el estado en que lo encontraron: «habla pastosa, lenta, con titubeos, le tiemblan las manos, tiene dificultad para caminar en línea recta y para contar hasta veinte de dos en dos, no sabe indicar qué día de la semana es ni la hora aproximada».
Pese a todo, el fiscal no pidió el ingreso en prisión de J., que se acogió a su derecho de no declarar y desde entonces no ha dicho una palabra sobre lo sucedido. El juzgado de instrucción 2 de Collado Villalba lo dejó en libertad, investigado por un delito de homicidio imprudente en concurso con varios delitos contra la seguridad vial. Le retiró, eso sí, el carné de conducir.
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Adriana, con vestido azul, en el musical de Grease. / CEDIDA POR LA FAMILIA
No ha pedido perdón
En estos meses el joven que acabó con la vida de Adriana no ha colaborado con la investigación, no ha declarado, no se ha mostrado arrepentido ni ha pedido perdón a la familia de la chica. Al dolor por la muerte de su hija Alicia suma la incomprensión: «Soy una mujer comprensiva y creyente, pensé que el culpable de la muerte de Adriana o sus padres vendrían a disculparse, pero no ha sido así. Alguien que es capaz de matar, fugarse del lugar del crimen y no arrepentirse por ello no tiene reinserción posible, no puede vivir en sociedad. Para colmo tenemos que vivir sabiendo que por el momento está en libertad».
«Si fuera mi hija la que hubiera quitado la vida a otra persona, desde ese mismo día le hubiera hecho comprender el alcance de sus actos, no la escondería y defendería a toda costa. Yo crié a la hija que aquella mañana iba a estudiar, no al que volvía de fiesta borracho. Sin embargo soy yo la que ha sido castigada de por vida», lamenta Alicia.
Adriana acababa de mudarse a España, el país de origen de su madre, procedente de El Salvador, donde la joven nació y se crió y donde quedó su padre, que estuvo de acuerdo en el traslado. Alicia y su exmarido pensaron que en nuestro país sus dos hijas, sus dos «gemelitas», como Alicia las llama porque «eran tal para cual y en edad solo las separaba un año», tendrían un futuro mejor.
«Las dos eran brillantes, Adriana había empezado ya su carrera musical y quería seguir mis pasos y los de su padre y estudiar Derecho, quería cambiar las leyes para hacer el mundo más justo, solía decir». Su hermana, Anita, empezó una Ingeniería en otra universidad madrileña. Se instalaron en Torrelodones «por seguridad, para darles una vida más tranquila que la de la ciudad, con menos riesgos… y al final mira lo que ha pasado…», critica la madre de Adriana.
«El tercer mundo»
«Las traje para acá marchándonos de lo que muchos conocen como el tercer mundo, y fíjate qué curioso, en el tercer mundo ese chavalito no estaría libre, no estaría en la calle», añade la mujer. «Estos delitos no pueden seguir saliendo tan baratos». Su abogado, Álvaro Machado, de Vosseler Abogados, apunta en el mismo sentido en declaraciones a este medio: «Hace años las campañas de educación vial se centraban en concienciarnos a todos de que si no nos poníamos el cinturón de seguridad íbamos jugándonos la vida, ahora lo tenemos tan interiorizado que nos lo ponemos casi como acto reflejo. Con el alcohol y las drogas pasa igual… ya nadie puede decir que no sabe lo que puede ocurrir cuando conduce borracho o drogado».
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Una imagen de Adriana Mojica, que murió atropellada el 5 de septiembre. / CEDIDA POR LA FAMILIA
Buscando respuestas, Alicia ha tratado de hacer el trayecto que el responsable de la muerte de su hija hizo aquella mañana desde el lugar del atropello hasta su casa, pero no ha conseguido terminarlo ni una sola vez. Ha tenido que mudarse de casa. Tampoco ha podido mirar en el ordenador de Adriana, el lugar favorito de la joven para guardar sus vídeos musicales y donde acumulaba grabaciones de sus actuaciones teatrales desde niña.
En la mente de su madre, Adriana sigue viva: toca el piano, el ukelele, el violín… baila ballet y jazz, tiene dientes de leche pero escribe cartas de amor a sus padres «que parecen contratos». Adriana es la niña que crea el grupo de teatro de su colegio y compone canciones para el coro, la que actúa en obras benéficas para hacer felices a los ancianos de una residencia situada en un pueblito de El Salvador que se llama Alegría. Adriana escucha a Billy Joel y a Frank Sinatra, lee a Stephen King, madruga mucho aunque trasnoche… Hace yoga, senderismo y obtiene becas de excelencia por sus buenas notas, prepara la comida a su madre y su hermana y las anima a cantar con ella.
No es, no era, «una chica más», era «la chica», la que mejoraba la vida de sus padres, de su abuela, de sus hermanos. La «niña madura» que, cuatro meses antes de morir, viajó a El Salvador para despedirse de su padre y se mantuvo a su lado hasta que el cáncer se lo llevó. Los restos de Adriana ya descansan allí, con él.