Atlético – Getafe | Y Giuliano volvió a demostrar, arrollando al Getafe, que es digno heredero del cántico de su padre
Desde hace 30 años, en el Vicente Calderón primero y ahora en el estadio Metropolitano se canta religiosamente, día sí, día también, al que seguramente sea la figura más importante de la historia del Atlético de Madrid. Cada minuto 14 atrona desde la grada el «ole ole ole, Cholo Simeone», una especie de salmo que ahora, a la fuerza, ha pasado a ser compartido. Porque bien vale para Diego Pablo, padre, como para un Giuliano, hijo, que ha derrumbado la puerta de tal manera que ya nadie osa ni pensar, ya no hablamos de decir, que está ahí por su apellido. Porque además de garra, de verticalidad y de todo lo que se presupone a un Simeone, él también suma asistencias y goles, a pares este martes ante el Getafe para sellar el pase a semifinales (4-0) de la Copa del Rey.
Un futbolista que ahora mismo es diferencial, y esencial para entender el cambio de rumbo de la temporada del Atlético, que encontró el rumbo, no parece casualidad, con su irrupción en el once. Y que ahora ve como, y pinta que por mucho tiempo, escuchará cada dos domingos y varias veces entre semana como su estadio se rinde ante él con el cántico que tantas veces le han cantado, y las que quedan, a su padre. Porque sí, con todo lo visto en lo que va de temporada, el Metropolitano tiene un nuevo ídolo, también de apellido Simeone. Y ya le canta el «ole ole ole, Giuliano Simeone» a todo pulmón.
La electricidad de Giuliano
No era para menos. En juego había meterse en unas semifinales, premio suficiente como para no pensar más allá y tirar del decálogo habitual. «Partido a partido», Simeone tiró del núcleo titular, con un Lino recuperado para la causa y un frente de ataque en el que su hijo es ya fijo y que seguramente repetirá en el Bernabéu, mientras que Bordalás, que sabe que sus castañas se juegan en LaLiga y ya había advertido de las pocas opciones que iba a tener su equipo, sí que optó por rotar y guardar fuerzas para el fin de semana. Importancia a lo importante debió pensar el técnico alicantino, que no dudo a la hora de dar entrada a suplentes.
Y aunque muchas veces el fútbol se empeña en demostrar que uno más uno no siempre tiene porqué ser igual a dos, esta vez chocó con un Giuliano Simeone que lleva al extremo la máxima matemática. Testarudo como es, resultó que valga la redundancia fue con la testa, que dirían los argentinos, la cabeza que decimos aquí, con lo que el 22, bajito pero el más listo de la clase, empezó a desnivelar la balanza. No habían pasado ni 10 minutos cuando el extremo remachó a la red un buen centro de Javi Galán, que volvía tras su lesión, y empezara a encarrilar el pase del Atlético.
Ese que terminó de abrochar apenas cinco minutos después él mismo, aprovechando una contra vertiginosa en la que Julián se la dio a De Paul, que estaba en el otro costado, en el derecho, que le vio llegar como un rayo para rematar de primeras y batir por raso a Letacek, que entró en sustitución de David Soria en la portería azulona. Como buen Simeone, se ensañó con el Getafe un Giuliano, que de paso siguió ampliando la desmesurada racha de su padre contra el equipo azulón: ya son 23 las victorias y cuatro empates en los 27 duelos entre ambos equipos desde que llegó al banquillo.
Lino se suma a la fiesta
Vertical, intenso, el Atlético no se conformó, y fue a por más. Y lo encontró tras perdonar Julián en dos ocasiones. Fue Samu Lino, recuperado para la causa tras un inicio de temporada titubeante, el que terminó de matar el choque al filo del descanso. Recibió el brasileño en el área, recortó a Juan Iglesias, al que dejó sentado, y batió a Letacek con un golpeo al palo largo que demuestra, tres partidos consecutivos en casa marcando, que ha recuperado la lucidez que le llevó a ganarse a Simeone la temporada pasada.
Así se llegó al descanso, con todo decidido y dando la posibilidad a ambos entrenadores, tanto al vencedor como al vencido, de pensar en lo que viene. Que, en el caso del Atlético, no es poca cosa, viniendo el sábado un derbi en el Bernabéu en el de ganar asaltaría el liderato. Lo tenía muy en mente la grada, que durante la segunda parte se divirtió entonando cánticos en recuerdo del rival capitalino, y lo tenía en cuenta Simeone, que empezó a jugar el partido con sus cambios.
Entraron de una tacada Gallagher, Azpilicueta y Correa, que nunca regala nada y aprovechó el ratín para sumar otro gol a su saca, el cuarto del partido. También lo hizo Sorloth, que entró un par de minutos después y redondeó la manita a pase del argentino. Lo vieron de Descansaron Julián, que acumula un buen tute, Griezmann y Javi Galán, que brilló tras regresar de su lesión. Y sobre todo, descansó Giuliano, gran protagonista de la noche y al que el Metropolitano despidió, no podía ser de otra forma, con ese cántico perenne en sus gradas y que ahora es cosa de dos. Porque de padre a hijo, el apellido Simeone amenaza con ser eternamente rojiblanco.