Algunos exponen en ARCO por la mañana y por la noche salen a pintar cualquier fachada

Los grafiteros cada vez pintan y manchan más Madrid: en 2023 (último año con registros completos) pintaron y vandalizaron 722.534 metros cuadrados, un 124’5 por ciento más que el año anterior, según los datos conocidos por este canal de sucesos de Prensa Ibérica.
Se trata de una superficie de terreno equivalente a tres cuartas partes del parque de El Retiro. Limpiar o adecentar esas pintadas costó unos seis millones de euros al ayuntamiento, según los datos oficiales.
Para combatir esa actividad se creó hace poco más de un año la Sección de Protección del Patrimonio Urbano de Policía Municipal (Sepropur). Desde entonces han puesto en marcha 370 denuncias. A finales de 2024 esa unidad policial tenía 47 grafiteros investigados. Cada mes abren cuatro o cinco atestados nuevos por incidentes de ese tipo. El año pasado fueron 108 expedientes.
«Buscan reconocimiento»
El pasado mes de enero, la Policía Local de Madrid pilló ‘in fraganti’ a dos jóvenes de 18 años subidos a una escalera, pintando en el muro de un puente de la M-40, en el distrito de Moncloa-Aravaca. Era de noche, madrugada cerrada y la pintada adquiría ya una dimensión de cinco metros y medio.
Se cumplían la mayoría de los factores de riesgo en el ámbito de las actuaciones policiales que tienen que ver con el mundo del grafiti. Uno de los oficiales de Sepropur hace un retrato robot del grafitero que mancha Madrid: suelen ser varones muy jóvenes, pertenecientes a una tribu urbana y reincidentes. También hay algunas chicas, aunque son «clara minoría», segun señalan desde Sepropur.
A finales de diciembre, esta sección de la policía interceptaba a dos jóvenes pintando en plena noche en los túneles de la M-23, conocida como la prolongación de O’Donnell. El pasado verano, cuatro jovenes fueron identificados mientras realizaban pintadas en un muro cercano a la Ermita del Santo, en el distrito de Carabanchel.
Multirreincidencia
«Es un mundo complejo. Cualquiera que coja un spray y se invente una firma puede decir que es grafitero, pero lo complicado es hacerse un nombre y ser reconocido», explica el subinspector de Sepropur. «Existe una evolución del grafitero como tal, a nivel geográfico y de prestigio, que va aparejada a la edad y a las técnicas que maneja», añade. «Hemos visto casos en los que un mismo grafitero puede estar exponiendo en ARCO o en cualquier galería de arte urbano y esa misma noche verle salir a pintar cualquier fachada«, cuenta el policía.
«La colaboración ciudadana es muy importante, son parte de la alarma que trata de señalar a los responsables», reconocen también desde la unidad antigrafitis.
Varios aerosoles de pintura usados por los grafiteros e incautados por la policía. / SUCESOS
Normas no escritas
Entienden los grafitis «como algo más antisocial que fuera de la legalidad, para ellos es un medio de reivindicación callejera«, resalta el policía. Los grafiteros suelen ir acompañados, normalmente se agrupan en crews o equipos. «Pueden nacer de un grupo de cuatro o cinco amigos del barrio. Uno o dos de ellos van evolucionando y siguen pintando»
«Muchos menores de edad se inician en el grafiti por inspiración de grandes nombres de este mundo, al principio por imitación y luego creando sus propias firmas», señala el responsable de Sepropur. «En este sentido, existen normas no escritas que los grafiteros respetan a rajatabla».
No copiar el logo o la firma es uno de esos principios. «Hemos tenido peleas entre ellos por plagios de nombres que están asociados a cierta persona. En Madrid y en toda España tener un nombre asociado al grafiti es tener una identidad propia«, refleja.
Mapas de riesgo
«Madrid es muy amplio. Intentamos mapear y geolocalizar todas las nuevas creaciones de grafitis hechos en la vía pública», explica el subinspector. El centro de la ciudad es un bien preciado para cualquier grafitero. «Hay mucha gente, es más peligroso hacerlo (hay cámaras de vigilancia, muchos posibles testigos…) pero tiene mucha más repercusión».
«Hace dos semanas localizamos a un joven sin registrar que había hecho siete pintadas en la zona centro«, cuenta el subinspector. «Fue pintando en distintas localizaciones de la ciudad». Los siete grafitis conllevan para él una sanción administrativa y una multa cercana a los 5.000 euros.

Un policía de Sepropur, en su puesto de trabajo. / SUCESOS
«Tenemos 360 grafiteros identificados en la ciudad. Es algo continuo. Hay gente con mucha movilidad dentro de Madrid y de la periferia (Alcobendas, Rivas, Arganda del Rey, San Sebastián de los Reyes, Villalba, Móstoles, Leganés)…»
Los trenes
Las pintadas en trenes son las que mayor repercusión generan, tanto a nivel mediático como por los daños a la infraestructura. Aunque son menos frecuentes, el subinspector alerta de que cada vez reciben más avisos de grupos organizados que actúan en vagones.
Su ‘modus operandi’ es más elaborado. «Establecen una jerarquía en cuanto a roles: unos se dividen por vagones, cada pareja pinta un vagón. Unos se encargan de vigilar, otros de estar dentro del tren y hacer el llamado palancazo para pararlo en el punto que tienen estudiado donde es más difícil que los denuncien. Allí llevan a cabo las pintadas. Además, siempre hay gente que graba toda la actuación para difundirlo en internet».
En cuanto a las sanciones por grafitis, el subinspector de la policía municipal explica que «Penalmente existe la autoría y la coautoría. En estos casos es tan autor el que lo hace como el que participa«. Un delito de daños por pintadas, cuando la pena más grave supera los 400 euros, va desde los 6 hasta los 24 meses de cárcel. En caso de que sean daños contra el patrimonio artístico o histórico urbano, la pena puede llegar a los tres años.
La familia, durmiendo
«Cuando los identificamos y denunciamos, ellos te cuentan su vida, su problemática. Nos dicen que quieren expresarse, sin hacer más daño«, señala el policía. «Hay quien ha dejado a su familia durmiendo, y sale a hacer grafitis sin que se den cuenta, arriesgando mucho».
«Pintar no sale barato, los sprays son caros y las herramientas son muy profesionales», reconocen desde Sepropur. «Uno de estos grafiteros tuvo un hijo y sólo paró de pintar durante los primeros meses de vida del bebé, para cuidar de él. Luego siguió. Para ellos es como una forma de vida. Todos nos dicen que les mueve la adrenalina».
«Es un perfil muy endogámico, rechazan a gente ajena a su círculo», cuenta el subinspector. «La aceptación social suele ser lo más importante para ellos. Eso, y la pertenencia a un grupo. Un grupo reducido, eso sí, ya que solo en tribus urbanas es aceptado como arte algo que para la mayoría sólo es vandalismo».