Laporta optó por la temeridad. Opinión de Jordi Badia
Ojalá sea cierto, como afirma reiteradamente el presidente Joan Laporta, que se haya revertido la situación de quiebra económica que se encontró. Ojalá el contrato que ha renovado con Nike sea el mejor jamás firmado en el deporte mundial en cuanto al equipamiento deportivo, como también ha asegurado. Ojalá podamos creerlo porque no hay manera de saberlo. Y ojalá el equipo pueda volver a jugar en el Camp Nou remodelado y el estadio se convierta en lo rentable que predice y los ingresos broten como en una fuente mágica y el club devuelva fácil y puntualmente la deuda contraída para pagarla.
Pero, a menos de una semana para terminar el año, lo cierto es que este lunes los servicios jurídicos del FC Barcelona presentaron una demanda contra la Liga por mantener inscritos a Dani Olmo y Pau Víctor. El juez decidirá el viernes si le concede las medidas cautelares. Olmo y Víctor se añadirán a Gavi, que está inscrito cautelarmente desde junio de 2023.
Fichar jugadores y tener que pedir un préstamo para poder pagarlos es una anomalía que ningún club debería permitirse. Pero, además, no poder inscribirlos para que puedan jugar y tener que hacer equilibrios con los futbolistas que se lesionan, las cesiones o los traspasos y, en último término, las demandas judiciales es imprudente e irresponsable. Más aún, da una imagen ridícula de club desesperado y con el oremus de camino a Can Pistraus.
Cuando llegó a la presidencia, Joan Laporta podía optar por una gestión prudente. Quiere decir rebajar las expectativas deportivas para dar prioridad al saneamiento económico, con el objetivo de recuperar músculo y fortaleza. Sin embargo, optó por hacerlo todo a la vez. Era un ejercicio temerario, como se ha visto. Ahora: ojalá esa temeridad se revele una genialidad. Si no, para el Barça el trompazo será monumental.